jueves, 23 de julio de 2009

domingo, 5 de julio de 2009

"Más muertes en la farándula"


Al enterarme de la noticia no pude evitar quedar impactado, pero creo que siempre es necesario un héroe para que la historia siga su marcha.

Adiós Optimus Prime...




"El Perímetro de las Nubes"

Todo está calmado, el suelo y sus distintas losetas acomodadas al azar, unas de pasto, otras de tierra, algunas otras son espejos del cielo, o como las conocemos todos aquí, charcos. Esta noche, las losetas se encuentran ornamentadas con las hojas que decidieron balancearse hasta soltarse de su árbol, se rindieron al sueño y cayeron, la luz estelar es magnífica sobre los húmedos espejos.

Todo está calmado, solo la orquesta improvisada de grillos se mantiene consciente y, delicadamente acompasada, ejecuta una pieza en notas indescifrables, pero hermosas, una pieza tan tenue como el pestañeo de las hormigas, tan suave como el viento noctámbulo. Dicha melodía va adquiriendo una función de arrullo y gracias a ello, comienza a escucharse un ligero ronquido grupal, todos duermen excepto yo y a quién me dirijo a visitar. Mi nombre es Lampa, soy una luciérnaga y como es de esperarse, mi familia también duerme, yo debería hacer lo mismo, pero una misión me lo impide, una otorgada por el callado y tímido Doctor Tijereta, sus palabras existen en periodos irregulares y en escasas ocasiones visita el exterior, se resguarda tras la corteza del árbol más alto y viejo del lugar, por el mismo motivo, nadie conoce mucho sobre él, se rumora que el título de Doctor se debe a que se ha visto envuelto en investigaciones sobre cualquier suceso, ser y sonido ocurrente de nuestro espacio, tratando de dar explicaciones abstractas y complejas a lo que todos nosotros observamos de forma cotidiana.

En particular, jamás había cruzado miradas con él, podría decirse que el viento nos ubicó en el mismo sitio de manera accidentada. Ocurrió durante la primera tarde de Abril, nos advirtieron que el viento soplaría colosalmente, debíamos protegernos y con anticipación, todas las familias corrieron a sus respectivos refugios, pero tan grande es mi suerte, y mi torpeza al correr, que tropecé con una rama, fue entonces cuando el viento me llevó consigo, volcándome al costado de un charco. Pensé que era el único ahí, pero cual fue mi sorpresa al enterarme, que justo frente a mi se encontraba, casi enterrado, el Doctor Tijereta. Con cuidado, intenté ayudarlo, pero un rechinante grito diría: ¡Aléjate!, rápidamente lo obedecí, ¿Esta usted bien?, pregunté, -”En perfectas condiciones, que hermoso es el viento, el cielo y las nubes, ¿no lo crees?” exclamaba el Doctor dirigiéndose a mi mientras sé sacudía la tierra del cuerpo. Si, respondí, acompañado de un titubeo causado por la confusa pregunta, ya que la primera palabra que escuché de su boca fue agresiva y la pregunta, cordial.

El viento nos invita a mirar hacia el cielo, donde las nubes descansan y donde la flor que sabe volar, realiza su danza. Realmente yo no entendía, nunca había visto una flor volar, talvez por ello al Doctor se le notaba tan fascinado, sus incontables ojos poseían un brillo particular, como si este hubiera sido generado por el reflejo de los colores mas bellos. De pronto el Doctor se acercó y dijo:

Sabes muchacho, no suelo salir de mi hogar, prefiero observarlo todo con mi telescopio, pero hoy sucedió algo extraordinario, desperté, desayuné y me acerqué al telescopio como diariamente lo hago, pero noté una extrañeza, dicho artefacto se había convertido en un kaleidoscopio, miles de colores convergían sobre el lente, algo inexplicable, tan inexplicable como la sonrisa que me provocó, decidí mirar con mis propios ojos y ahí estaba, la flor que sabe volar y volando danza, y al danzar pareciera que se posa sobre las nubes, una flor llena de matices, los cuales esparce al posarse, dando la sensación que lleva un estambre, uno para tejer las nubes. Los colores me llamaban y realicé lo que nunca antes, salí de hogar, y escalé el árbol hasta la rama mas alta, fue ahí donde el viento me encontró y empujo lejos de la flor, por esa razón estoy aquí…

Poco a poco, el Doctor me fue relatando más sobre la flor, así pasarían los días y así se iría enamorando cada vez más de ella. No existía mañana en la que el Doctor subiera a la rama mas alta para contemplar la flor, al igual que no existía mañana en la que la flor no llegara y bailara y tejiera los cielos nebulosos. El Doctor sonreía, sin saber exactamente si la flor lo hacía, pero suponía que si, ya que los colores debían provenir de una felicidad perfecta. La miraba desde abajo, sabiendo que jamás podría alcanzarla por completo, pero si la flor estaba ahí era por razones, por decirlo de algún modo, mágicas y por lo tanto no debía cuestionarlas, ni dudarlas, a partir de ese momento, el Doctor dejo de rebuscarlo todo, sonreía y no dejaba de mirar.

Entonces llegó el invierno y con el, la nieve, lo cual complico el proceso de ascenso a la rama, una vez logrado el objetivo, el Doctor se percataría de algo, la flor no se encontraba, no estaba posada sobre ninguna nube, no  existía señal alguna, pasaron tres semanas y cero pistas, el Doctor comenzó a sentir el frío invernal, pero no dejó de escalar y esperar, tenía una gran esperanza, ya que en ocasiones, algunos rincones mostraban un residuo de color, la flor vino, pero talvez el frío le impedía quedarse. Aquí comenzó el problema, el Doctor decidió encerrarse de nuevo en su hogar, decidió buscar una explicación abstracta y compleja a la ausencia, determinando convencidamente que, la flor seguía un proceso de visita muy estricto y elaborado, por lo tanto, si lograba ubicar cada coordenada, conseguiría encontrar la posición actual de aquella flor, dicha teoría extraña fue nombrada por el Doctor Tijereta como “El perímetro de la nubes”, algo totalmente absurdo e incoherente que chocaba con la sencillez que anteriormente, representaba el vuelo de la flor. Así mismo afirmaba que, durante las noches, era más fácil ubicar los puntos, por lo que solicitó mi ayuda para acompañarlo mientras todos dormían, yo accedí, ya que solo quería ayudarlo; esta tijereta brillaba a causa de esa flor voladora.

Sus bosquejos eran cada vez más indescifrables, no existía la menor estructura, pretendía dar una respuesta al mínimo detalle, quitándole el valor a todo lo que representaba el vuelo, la danza y los tejidos y de cierta forma, debido a esa cerrada visión, se fue quedando ciego. Una noche, la más fría de aquel invierno, decidí convencer al Doctor que “El perímetro de la nubes” era erróneo, que no podía existir tal cosa, que dejara que el viento se encargara o que simplemente la nieve dejara de ser ella misma, ya vendría la primavera y talvez con ella, la flor. Pero la tijereta no solo era ciega ya, sino sorda y escaló una vez más, no pude detener al Doctor, lo intenté, pero cortó una de mis patas con sus pinzas.

Subió y descaradamente gritó: “Deja de esconderte, tengo todas tus coordenadas, se exactamente quien eres y donde estas, deja de esconderte, no puedes hacer esto, no a mi”. Tal era su enfado, tal era su sordera y ceguera, que ignoró el nuevo viento que se aproximaba, entonces lo golpeó, pero no lo llevó con el.

La caída fue precipitada, pero predecible, nunca volví a ver al Doctor Tijereta, así mismo, el viento destruyó su hogar y con ello, toda memoria respecto a él, ningún rastro en ninguna loseta.

Todo está calmado, la orquesta de grillos prepara su presentación, el invierno sigue aquí, la coordenadas exactas de la flor fueron enterradas por la nieve, “El perímetro de las nubes” no existe. Esta noche, mamá nos cuenta un cuento, hace tiempo que no lo hace, en él una frase se anida en mi memoria:

 

“Realmente no se conoce vuelo más libre y hermoso, que el de la mariposa”.